"La Vida en Construcción" Por Lindsay Hausch
Veo la bolsa de basura que está en nuestro patio de
lajas y estoy llena del dolor sordo del pavor. Odio la pequeña caminata desde
mi puerta trasera hasta el jardín lateral donde se guardan los botes de basura.
Lanzando un suspiro, salgo al exterior y deslizo la pesada bolsa blanca sobre
mi hombro mientras camino a través de los montículos de tierra y roca. Mi pecho
se aprieta con ansiedad mientras contemplo nuestro jardín en toda su desolada
gloria. Agujeros y árboles volcados llenan el paisaje, sus raíces acechantes
sobresalen como los mástiles de los veleros.
Odio los desastres. Desde una
pequeña pila de café molido en el mostrador de mi cocina hasta la caótica
escena de juguetes esparcidos y migajas dejadas por una cita de juegos, los
desastres hacen que mi piel se erice y desencadenan un impulso inmediato para
limpiar obsesivamente.
Pero odio especialmente los
desastres intermedios- el desorden que conlleva un proyecto inconcluso. Mi
esposo tiene el pensamiento lógico de que no tiene sentido limpiar cuando un
proyecto está “en progreso.” Que deberíamos guardar la limpieza de
reacomodamiento para cuando el trabajo esté terminado. Una parte de mí está de
acuerdo, pero luego está mi yo compulsiva, ansiosa y súper limpia que no puede
dejarlo así. Sólo diremos que “en construcción” no es algo con lo que me vaya
bien.
Desde el nacimiento de mi segunda
hija, parece que nuestra vida está en construcción. Todos decían: “sólo
sobrevive las primeras seis semanas y las cosas mejorarán,” pero mientras la
protegía en nuestra casa, anticipé los días en que podríamos ir en público, las
noches en que podría dormir, y la mañana en que podría caber en mis jeans de
preembarazo.
Mi hija mayor tuvo problemas
compartiendo a mamá y papá y dio a conocer sus sentimientos de la única manera
en que un niño de dos años sabe cómo. Con rabietas y visitas a nuestra cama por
la noche, ella preguntó una y otra vez: “¿todavía me aman?” Y cuando le dábamos
amor y tranquilidad, la gente nos decía: “sólo denle tiempo, cuando la bebé pueda
interactuar más se llevarán muy bien.”
Así que esperamos los días por un
momento para que nuestras vidas encajaran con la foto de la familia feliz en
nuestras cabezas o en nuestra página de Facebook.
Pero si soy honesta, ¿no es toda
la vida una especie de desastre intermedio? Si tomara una instantánea de este
momento me mostraría a mi cansada y sin ducharme, a mi hija mayor en ropa
interior y con la cara manchada de comida, y a mi hija pequeña de un año de
edad, con el cabello salvaje, un pijama sucio, y con la desesperada necesidad
de un baño.
Siempre habrá lunes maníacos,
listas de compras, y pantalones de talla más pequeña para caber en ellos. Y a
medida que mis hijas crecen, siempre habrá otro acontecimiento importante que
marcar, desde darse la vuelta, reírse, empezar el jardín de niños, ir a las
fiestas de pijamas, conducir un auto, besar a un chico y graduarse de la
escuela secundaria. Pero la realidad es que la vida es realmente la suma de
esos momentos intermedios. Demasiado a menudo fijo mis ojos en la próxima gran
cosa en lugar de tirar de una silla de jardín y sentarme justo en el momento
que estoy viviendo ahora.
Estamos arrancando los arbustos y
los árboles para poner el césped en nuestro jardín. Sueño con el día en que
pueda tener un picnic en el césped, jugar al pato pato ganso con mis hijos, y
tener una barbacoa familiar. Pero a medida que camino de los botes de basura a
la puerta trasera, mirando cuidadosamente hacia abajo para evitar tropezar en
un agujero, veo un solo diente de león parado orgullosamente en un montón de
tierra y piedras.
El verano después de mi boda, mi
esposo y yo fuimos a visitar la casa de su familia en Michigan. Mientras
revisábamos las cajas de sus viejos recuerdos, encontré un cuadrado de papel
arrugado que él había tirado discretamente en el montón de “tirar.” Alisé los
pliegues angulares y leí la letra pequeña y juvenil. Era un poema sobre
encontrar a una persona que pudiera mirar más allá de sus imperfecciones para
amarlo por lo que es:
“Sólo soy un diente de león.
Pero un día en el futuro lejano,
Me sentaré al otro lado de la
mesa,
Ella verá una flor,
cuando otros vieron malezas.”
Preciosos momentos se esconden
bajo la tierra y los guijarros de una vida que está en construcción. Están bajo
pilas de ropa, platos sucios, y cuentas sin pagar, sólo si tenemos ojos para
reconocerlos. Mientras me siento aquí en el tranquilo amanecer de la mañana,
dejo una cama sin hacer y un montón de platos en el fregadero. Siento a mi hija
acurrucada contra mí, y veo a mi bebé sonreír y aplaudir, y doy gracias a Dios
por mi jardín de dientes de león.
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