"¿Enfermedad o Pecado?" Por Eli González


Desde mi adolescencia me enfrenté a un monstruo gigante, una oscuridad dentro de la cual me he perdido innumerables veces, ese agujero con púas que me ha dañado más de lo que imaginaba, esa mentira que ha denigrado mi autoestima y me ha llevado a las tinieblas de los intentos de auto eliminación. Diagnóstico: Distimia.

Sé que mi pecado también me ha dañado. Ha sido la negrura de mi alma, la piedra con la que siempre he tropezado, me ha hecho creerme la oveja negra, la que está desechada, la que tiene el espíritu de Jezabel y merece ser comida por los perros. Sin embargo, cuando buscaba ayuda profesional y me medicaba, mi ánimo cambiaba y sentía como la luz había vencido las tinieblas. Podía estar sobria, alejada de la oscuridad, sentía que tenía un propósito, un buen destino y acceso a la vida eterna. Pensaba que estaba mejor y abandonaba el tratamiento, pero esto solo hacía que cayera en un episodio depresivo más, o en otra exaltación, y mi pecado volvía con más potencia, más intenso, con más fervor. Diagnóstico: Distimia + Depresión Doble + TOC.

Casi 25 años después de mi primera consulta médica por depresión, me di cuenta por qué los tratamientos no funcionaban adecuadamente. Una pequeña imprecisión diagnóstica fue lo que mantuvo la mitad de mi vida en el pozo de la desesperación, con eventuales rayos de luz. En el 2018, una crisis de salud mental y el hundimiento en el pecado me costaron mi servicio ministerial, mis amigas, mi reputación, mi fe y casi mi vida y mi matrimonio. Y a pesar de eso, Dios, por su misericordia conmigo, puso una profesional que afinó el diagnóstico: muchos de mis síntomas se debían a un Trastorno Bipolar. Me redescubrí y entendí que tanto las hipomanías como las depresiones, de alguna manera, me inclinaban más al pecado. En las exaltaciones no medía consecuencias, excesos, gastos, adicciones… en la depresión, deseos de muerte, apatía, vergüenza y culpa. Y esto no es una justificación, decidí pecar, he desagradado a Dios, ¡cuánto le he fallado! Pero creo ahora también que puedo ser restaurada y redimida.

Mi cerebro y su química no funcionan bien. Me llevan a un extremo o al otro. Me hacen creerme la mejor o la peor, me elevan o me derriban con una mano gigante de la cual creía no tener control. Y cuando creí estar estable, hace un par de meses, otra crisis me llevaría a un ingreso en el hospital. Otros médicos. Otro ajuste de medicamentos… pero ahora camino a la estabilidad y me siento convencida de que:

1. Sin sanidad no hay santidad.
Escuché esta frase de un pastor hace muchos años, y he experimentado que así es. Encontré, en psicoterapia, la raíz de mi pecado sexual en una experiencia traumática infantil y eso detonó ataques de pánico y un episodio depresivo severo. En aquel momento, sin un buen diagnóstico psiquiátrico, fue más difícil recuperarme. Luchaba mucho con el pecado, con el trastorno, peleaba contra dos monstruos.

2. Hay un incansable camino hacia el diagnóstico correcto, pero se llega.
Nunca me cansé de pedir ayuda. Tanto por mi pecado, así como por mi salud mental. 25 años después, me he acercado al diagnóstico correcto y, en consecuencia, al tratamiento correcto. A pesar de estar aún con ajuste de medicamentos, veo una luz y tengo una esperanza renovada.

3. El pecado tiene que ver tanto con nuestro corazón, como con nuestro cerebro.
Mi corazón estaba herido por un trauma, vacío y dolido, buscaba llenarlo con pecado, y más pecado. Pensé que trabajar en mi corazón era suficiente para mi sanidad. Pero mi cerebro luchaba con su mal funcionamiento. Equilibrado el cerebro, podemos buscar equilibrar nuestro corazón.

¿Qué hay de tu corazón? ¿Con qué pecado estás luchando y sientes que te vence una y otra vez? ¿Estás batallando también por encontrar un diagnóstico de salud mental? ¿Habrá una relación entre tu batalla del corazón y tu batalla del cerebro?

Te pido que recuerdes que: sin sanidad, no hay santidad. Que hay un incansable camino hacia la recuperación después del diagnóstico correcto, pero es posible tenerlo. 

Fresh Hope, un grupo de apoyo para personas con un diagnóstico de salud mental y sus familiares, me está ayudando a balancear mi corazón y mi cerebro. Me está ayudando a encontrar nuevamente mi propósito, y me da herramientas para mi recuperación.


Fresh Hope es una organización sin fines de lucro basada en la fe que permite a las personas vivir bien a pesar de su reto de salud mental.

TU regalo proporcionará a una persona Nueva Esperanza de Dios para la vida diaria. Haz clic aquí para donar, hoy.


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