Una oración de peso eterno: Juan 17 Por: Silvia Cardona Sicard





Esta oración la hizo Jesús en vísperas de morir. Una oración que, aunque fue pronunciada hace más de dos mil años, sigue teniendo el mismo peso y poder hoy. Era el momento previo para cargar con la cruz que sellaría nuestro destino.

Lo primero que hace es orar por sí mismo. Reconoce que “la hora ha llegado” y que ha cumplido la obra que le fue encomendada: dar vida eterna. Con la satisfacción de haber obedecido hasta el final, se abandona en las manos de su Padre y pide que, a través de su sacrificio, tanto Él como el Padre sean glorificados.

Lo segundo es que ora por sus discípulos, aquellos que el Padre le entregó y que recibieron y creyeron en sus palabras. Clama por su protección en medio de un mundo difícil y real. Jesús no pide que sean sacados de él, sino que sean guardados y apartados por la verdad eterna de la Palabra. Sabe que ellos deben permanecer, porque de lo contrario, ¿quién seguiría con la misión?

Finalmente, ora por todos los futuros creyentes: por ti y por mí. Jesús anticipa nuestra lucha entre el deseo de huir del mundo y la necesidad de permanecer firmes. Pide que podamos creer, que seamos uno a pesar de las distancias, las culturas y las etiquetas. Somos un mismo pueblo de Dios en todos los rincones de la tierra, y su anhelo es que participemos de su gloria y de su amor eterno.


Esta oración me muestra el corazón de Jesús:

  • Una misión cumplida: Es obediente hasta el final, sin importar el costo.

  • Una intercesión constante: que sigue vigente por nosotros más de dos mil años después.

  • Un anhelo profundo: que vivamos en comunión bajo su gloria y su eterno amor.


Que este anhelo de Jesús sea también el nuestro: vivir en comunión bajo su amor inagotable y su gloria eterna. Aprendamos a abandonarnos en los brazos del Padre, confiados en que Él nos guarda, y al final de nuestro camino podamos llegar con la paz de haber cumplido nuestra misión. Que su fortaleza nos sostenga y su Palabra eterna nos guíe cada día: al levantarnos, al luchar y al descansar.


Recordemos 

  • Cuando la ansiedad, el cansancio o la depresión nos abruman, podemos reconocer que no podemos solos y entregarnos al cuidado de Dios.

  • Que, así como Jesús oró por sus discípulos, nosotros necesitamos rodearnos de comunidad, apoyo emocional y espiritual que nos sostenga cuando sentimos que no podemos más.

  • No estamos solos. Somos parte de una comunidad más grande que nos recuerda que hay propósito, amor y esperanza más allá del presente.


Autor: Silvia Cardona Sicard


Comentarios

  1. Excelente Silvia. Palabras de mucha sabiduría que nos recuerdan el valor de aprender a soltarnos en las manos de Dios aún cuando estamos pasando por los momentos más difíciles de nuestra existencia.

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