La salida al monte: un viaje espiritual hacia la presencia de Dios Por: Silvia Cardona Sicard
La salida al monte: un viaje espiritual hacia la presencia de Dios
Hay lecturas que llegan justo cuando el alma lo necesita. Este sermón de Charles Spurgeon, “La salida al monte”, me encontró en uno de esos momentos en que el corazón se siente cansado de subir, cuando la fe tropieza con sus propias dudas y uno se pregunta si realmente podrá llegar a la cima.
Al leerlo, sentí que Dios me recordaba algo esencial: no subo por mi fuerza, sino por Su gracia. Que, en medio del cansancio y las heridas del camino, Él sigue siendo mi impulso, mi descanso y mi guía.
El monte: símbolo de la vida cristiana
Spurgeon toma el Salmo 24:3 —“¿Quién subirá al monte de Jehová?”— y lo convierte en una imagen poderosa de nuestra travesía espiritual.
El monte representa la santidad, la comunión con Dios, ese lugar donde el alma descansa en Su presencia. Pero el camino no es fácil. Es empinado, pedregoso, lleno de obstáculos y silencios.
Spurgeon describe a tres tipos de personas que intentan subir:
Los confiados en sí mismos, que creen que su fuerza bastará.
Los ingenuos, que piensan que la senda es corta y sin dificultad.
Los que buscan atajos, que intentan evitar la transformación interior.
Y luego están los verdaderos peregrinos: aquellos que, sabiendo que no pueden solos, confían en el poder de Dios para llevarlos paso a paso hasta la cumbre.
La gracia que sostiene al débil
Spurgeon se dirige con ternura al alma cansada, aquella que siente que ya no puede más, que ha perdido el rumbo o la fe.
“Si bien tú eres débil, no es tu fuerza la que ha de llevarte allá, sino la de Dios. Cuando no puedas caminar, Él te llevará en Sus brazos.”
Estas palabras son un bálsamo. Nos recuerdan que Dios no nos pide perfección, sino confianza. Que el proceso, con todos sus altibajos, también forma parte del milagro. Y que las lágrimas del camino, en manos de Él, se vuelven perlas de sabiduría y de fe.
El equipaje del peregrino
Spurgeon aconseja prepararse para el viaje espiritual con los recursos que vienen de Dios:
Zapatos de hierro y bronce, para resistir las pruebas.
El cinto de la verdad, que da firmeza al corazón sincero.
El báculo de la promesa, que es la Palabra que sostiene cuando la fe flaquea.
El Guía del camino, el Espíritu Santo, sin quien podríamos extraviarnos.
Y finalmente recuerda: Cristo mismo es el camino. No hay otra senda al monte que no pase por la cruz. La vida cristiana no es un sendero de mérito, sino un recorrido de amor sostenido por la redención.
En la cima del monte
Al llegar al final de su mensaje, Spurgeon nos invita a imaginar el instante en que el peregrino alcanza la cima: ya no hay más dolor, ni cansancio, ni noche. Solo la luz del rostro de Cristo y el gozo eterno de haber perseverado.
“Mis ojos verán al Rey en Su hermosura.”
Desde esa altura eterna, todo el esfuerzo del ascenso se vuelve pequeño. Cada herida tiene sentido, y cada lágrima se transforma en gratitud.
Reflexión
La salida al monte no es solo un sermón; es una llamada a levantar la mirada cuando el camino se vuelve difícil.
Es una invitación a seguir subiendo, aunque duela, porque Dios mismo es quien pone el paso y sostiene el corazón.
Hoy entiendo que cada cuesta tiene propósito, que en cada valle hay un aprendizaje y que la cima no es un lugar, sino una comunión con Él.
Autor: Silvia Cardona Sicard

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