EL DOLOR SUSURRA VERDAD: EL ruido interior. Por: Silvia Cardona Sicard

 


EL DOLOR SUSURRA VERDAD

 

El ruido interior

Aunque el mundo esté en silencio, nuestra mente puede ser lo bastante ruidosa como para no dejarnos en paz. Es fácil aceptar el silencio de afuera; lo difícil es aprender a convivir con el incesante murmullo interior.

Son esos pensamientos que cuestionan, que recuerdan lo que duele, que parecen tener siempre la última palabra. Así, nuestro interior se convierte en un campo de batalla. El ego, alimentado por heridas, frustraciones y recuerdos cargados de vergüenza o tristeza, magnifica el dolor para justificar su existencia. Quiere opacar lo más genuino que somos, hijos de Dios. Y aunque sus argumentos parezcan lógicos, esa lógica siempre conduce a más dolor y vacío.

El problema del ego es que insiste en mostrarnos el dolor como injusticia, fracaso o derrota. Se asegura de ser el centro. Pero cuando miramos desde la perspectiva de Dios, el quebranto adquiere otro sentido: nos moldea, nos acerca a Él y nos enseña que incluso del sufrimiento puede brotar esperanza.

Hay una voz que permanece

En medio del bullicio interno hay otra voz: la del amor. Un amor que no busca protagonismo ni impone condiciones, simplemente permanece. Ese amor —revelado en una vida entregada en la cruz— nos recuerda que no todo está perdido, que incluso de las experiencias más desafiantes puede surgir algo nuevo y valioso.

He aprendido que la paz no significa ausencia de problemas, ni es lo opuesto al dolor o la ansiedad. La paz verdadera es la herramienta más poderosa que nos permite atravesar toda tormenta con fortaleza. Y esa paz no nace de nosotros ni de frases motivacionales pasajeras: es un regalo de Dios.

El sufrimiento como bendición

La Biblia nos recuerda que el dolor no es castigo, sino un terreno fértil donde Dios obra transformación:

  • El sufrimiento fortalece la fe: “La tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter, esperanza” (Romanos 5:3-5).

Las pruebas perfeccionan la fe y nos hacen completos (Santiago 1:2-4)

  • El sufrimiento produce esperanza y gloria futura: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17).

Después de padecer un poco, Dios nos perfecciona y fortalece. (1 Pedro 5:10)

  • El sufrimiento nos acerca a Dios: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos” (Salmo 119:71).

En la debilidad se perfecciona el poder de Cristo; cuando somos débiles, somos fuertes en Él (2 Corintios 12:9-10)

En medio de la prueba, no estamos perdidos: Dios usa cada proceso para moldearnos, limpiarnos y prepararnos para una esperanza más grande

 

La fe se prueba en el sufrimiento, la esperanza se fortalece en la tribulación y la intimidad con Dios se profundiza en la debilidad.

 

Lo aprendido en el camino

El ruidoso ego nos distrae, pero la verdad, paciente y eterna, siempre se revela en el momento justo. El dolor, aunque quebrante, puede ser maestro si lo atravesamos de la mano de Dios. Y el amor -puro y redentor- tiene el poder de pesar más que cualquier herida.

Hoy sé que el dolor no ha sido mi final, sino parte del proceso para descubrir algo mayor: la paz que solo Dios puede dar. Una paz que no elimina las tormentas, pero que nos permite atravesarlas sin hundirnos.

Si estás en medio de una batalla interna, recuerda: tu sufrimiento no es en vano. Puede ser el espacio donde Dios te enseñe paciencia, esperanza y amor verdadero.

Deja que el amor pese más. Allí descubrirás que la bendición más grande puede brotar del mismo lugar donde antes solo veías dolor.

 

Autor: Silvia Cardona Sicard


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