Y, ¿cuál es tu bastón? - Por: Silvia Cardona Sicard


La historia del rey Asa (2 Crónicas 14–16) es una enseñanza profunda sobre la confianza total en Dios, y cómo, cuándo intentamos apoyarnos en nuestras propias fuerzas o en las de otros hombres, terminamos perdiendo la paz y el respaldo divino.

 

El bastón del rey Asa

El rey Asa comenzó bien su reinado. Buscó a Dios, quitó los ídolos y condujo al pueblo de Judá a depender del Señor. Cuando fue atacado por el ejército etíope, Asa clamó a Dios, diciendo:

“Ayúdanos, oh, Señor, porque en ti confiamos, y en tu nombre venimos contra este ejército” (2 Crónicas 14:11).

Y Dios le dio una gran victoria.

 

Pero con el paso del tiempo, cuando surgió una nueva amenaza —esta vez de Israel— Asa ya no buscó al Señor, sino que hizo una alianza con el rey de Siria, confiando en un poder humano. Aunque su estrategia funcionó momentáneamente, Dios le envió al profeta Jananí con un mensaje muy claro:

“Por cuanto te apoyaste en el rey de Siria, y no en el Señor tu Dios… desde ahora tendrás guerras.” (2 Crónicas 16:7-9)

Dios le recordó que sus ojos recorren toda la tierra buscando corazones que confíen plenamente en Él. Asa se molestó con el profeta y, en lugar de arrepentirse, se endureció. Más adelante enfermó gravemente, y dice la Escritura:

“Aun en su enfermedad no buscó al Señor, sino a los médicos.” (v. 12)

 

El Señor nos enseña, a través de Asa, que no quiere ser nuestro último recurso, sino nuestro único sostén.

Los “reyes de Siria” de hoy pueden ser nuestras dependencias: personas, logros, dinero, reconocimiento o incluso conocimiento humano. Nada de eso es malo en sí, pero se vuelve un ídolo cuando sustituye el lugar de Dios como nuestro bastón principal.

Dios no quiere que caminemos solos, pero sí que todo apoyo que tengamos esté subordinado a Él.

Él es el bastón firme que no se rompe cuando todo tiembla.

 

Hoy quiero invitarte a hacer esta oración, que sometas toda necesidad a Él y que Él sea tu único bastón:

 

Señor, enséñame a no apoyarme en mi propia prudencia ni en el consejo de quienes no te escuchan.

Cuando me sienta débil, recuérdame que solo Tú eres mi bastón firme y mi roca segura.

Perdóname por las veces en que he buscado soluciones humanas antes de acudir a Ti.

Quiero confiar en tu mano antes que, en cualquier alianza, en tu sabiduría antes que, en mi lógica.

Sé mi bastón, mi sostén y mi refugio.

En Ti descanso, Señor.

Amén

 

 

Autor: Silvia Cardona Sicard

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Algunas cosas que debes saber acerca de los Cristianos que luchan con la Ansiedad (Por Adam Ford, The Babylon Bee)

"Es la Enfermedad Mental de hecho Bíblica?" Por Stephen Altrogge (The Blazing Center)

"El Bienestar Ocurre Cuando «Yo» Se Convierte En «Nosotros»" Por Brad Hoefs