Mi Historia: Cuando la Oscuridad Llegó Sin Avisar - Por: Samantha Karraà
Mi Historia: Cuando la Oscuridad Llegó Sin Avisar
Por Samantha Karraà
Tenía 37 años cuando mi vida, tal como la conocía, comenzó a desmoronarse.
Todo empezó con lo que parecía ser un problema del corazón. Estaba ensayando para una obra de teatro en la iglesia cuando de repente los latidos se volvieron demasiado fuertes, demasiado rápidos. Un dolor en el pecho que me hizo pensar: "Estoy teniendo un ataque al corazón." Y luego, nada. Los síntomas desaparecieron.
Decidí no ponerle atención. Fue un error.
Durante los siguientes 8 meses visité entre 8 y 9 especialistas. Resonancias, ecocardiografías, encefalogramas. Nadie encontraba nada malo en mí. Me mandaban a casa sin respuestas mientras los síntomas empeoraban.
Lo que no sabíamos entonces era que mi cerebro estaba enfermo, no mi corazón.
Cuando Todo Se Volvió Oscuro
La depresión llegó como una niebla densa que no podía despejar. El simple hecho de levantarme en la mañana era como escalar una montaña. Lloraba de principio a fin en los servicios de la iglesia. Me aislé de mis hermanos en Cristo porque, ¿cómo iban a entender por lo que estaba pasando si ni yo misma lo entendía?
Y luego llegaron los síntomas más aterradores: pensamientos intrusivos sobre hacerme daño. Recuerdo dormir aferrada al brazo de mi esposo Miguel, aterrorizada de mí misma. Pidiéndole que no me dejara sola.
Fue por gracia de Dios que no actué según esas sensaciones. Y fue por gracia de Dios también que lo hablaba abiertamente con mi esposo y mis padres—ellos supieron guiarme en la dirección correcta para recibir ayuda.
El Diagnóstico que Cambió Todo
Fue mi padre, un verdadero hombre de Dios, quien me guió a buscar al profesional indicado: un psiquiatra. A pesar del estigma, a pesar de nuestras propias creencias equivocadas sobre que "el psiquiatra es para locos", la urgencia de los síntomas nos obligó a actuar.
El primer diagnóstico fue depresión clínica y ataques de pánico. Los pensamientos intrusivos desaparecieron con la medicación, pero algo seguía faltando.
Un año después, mi esposo notó cambios alarmantes en mí: energía anormal, decisiones impulsivas, comportamientos que no me representaban. La medicación me había llevado al polo opuesto de la depresión—la manía.
El diagnóstico correcto finalmente llegó: Trastorno Bipolar Tipo 2, con comorbilidades de TOC y déficit atencional. Y algo más que nadie había identificado: perimenopausia temprana que había precipitado y desencadenado toda la crisis.
Mi Sillón en la Esquina
Pero aquí está lo que quiero que sepas: a través de todo—NUNCA dejé mi tiempo con Dios.
Tenía mi sillón en la esquina de mi habitación. Y todos los días, aún en medio de la crisis, me sentaba ahí. Algunos días solo lloraba. Algunos días solo me quedaba en silencio. Algunos días leía sin sentir nada. Pero seguí yendo.
Y fue ahí donde Dios me habló palabras que se convirtieron en anclas:
"Yo haré de tu prueba tu mensaje"
"Tú le pondrás el rostro al trastorno bipolar"
La Respuesta a Mi Oración
Le pedí algo específico al Señor: "Preséntame a alguien con mi mismo diagnóstico. De preferencia una persona cristiana. De preferencia un pastor que haya sido diagnosticado con trastorno bipolar."
Pocos días después, encontré Fresh Hope. Su fundador: Pastor Brad Hoefs, una persona con trastorno bipolar. Un cristiano. Un pastor.
Dios no se había hecho esperar.
Cuando me conecté a mi primer grupo, vi algo que cambió todo: personas con diagnósticos de salud mental viviendo vidas plenas y productivas. Una celebrando su compromiso matrimonial. Otro cursando una maestría. Otro sirviendo activamente como misionero.
Mi nivel de esperanza cambió en ese instante. Era posible vivir bien—no a pesar de tener un diagnóstico, sino mientras se tiene uno.
Hoy
Hoy, más de diez años después, todavía tengo trastorno bipolar tipo 2. Todavía tomo medicación todos los días. Todavía voy a mis controles médicos. Todavía tengo días difíciles.
Pero la diferencia es que ahora vivo en lugar de solo sobrevivir.
Ahora dirijo Fresh Hope Internacional en Español, sirvo a miles de personas en más de 35 países, y mi diagnóstico se convirtió exactamente en lo que Dios prometió: mi mensaje.
Lo que el enemigo planeó para destruirme, Dios lo ha tornado para bien.
Y lo que Dios hizo por mí, lo puede hacer por ti.
Si estás luchando hoy, quiero que sepas: No estás solo. Tu diagnóstico no es tu destino. Y Dios no desperdicia nada—ni siquiera tu quebrantamiento más profundo.
Tu historia no ha terminado. La redención continúa.
💙 Samantha Karraà
Especialista en Apoyo Mutuo | Directora de Fresh Hope en Español

Comentarios
Publicar un comentario