"Un Final Feliz" Por María Elena de Rivas

Hace un tiempo leí que el final de un proceso marca la percepción que uno tiene de toda la experiencia. El experimento lo hicieron con unos pacientes que se sometían a una colonoscopía y al terminar les pedían que calificaran cómo se habían sentido. Resulta que los últimos minutos del procedimiento eran los que determinaban si los pacientes calificaban la colonoscopía como una experiencia agradable (o por lo menos sobrellevable) o desagradable, sin importar todo lo anterior. Los finales importan más de lo que uno se imagina.

Creo que eso fue lo que me pasó con esto de la pandemia. Todas las cosas difíciles que he tenido que pasar en el último año tiñeron mis recuerdos con una tinta negra. Es como aquella manualidad que algunos hicimos en kinder en la clase de arte. Pintábamos franjas de colores con crayolas y luego la maestra nos pedía que pusiéramos pintura negra sobre todo el papel.


Al principio no podías creer que la profesora te hubiera hecho colorear todas las franjas para echarlo todo a perder al final con una pintura negra, pero después de unos minutos te daban un lapicero sin tinta para dibujar o escribir lo que quisieras y los colores que estaban escondidos salían a la luz. Parecía magia.

Siempre he disfrutado ver mis fotos en el teléfono, pero hace un par de meses me di cuenta que ya no soportaba verlas. Me pareció triste que este último año de la pandemia me hubiera arruinado la forma en que veía los últimos cuatro años de mi vida. Era como si una tinta negra hubiera cubierto todos mis recuerdos.

No me pareció justo con el Señor, a quien tengo mil cosas que agradecerle. Tampoco es fiel a la verdad. Mi vida en los últimos años ha sido una gama de colores alegres y tristes. Ahora todo es muy reciente. La tinta negra está muy fresca y debo dejarla secar para que el lienzo de mis recuerdos sea trabajable. Ya más adelante habrá tiempo para revisitar mis memorias y escribir las verdades que me acompañaron todo este tiempo: el Señor estuvo conmigo cada segundo alegrando mi corazón, consolándome en mis penas, ayudándome y sustentando mi espíritu.

La verdad es que los finales importan, para bien o para mal. No importa si estamos viviendo un capítulo oscuro en nuestra vida, el final que nos espera estará lleno de alegría si caminamos de la mano del Señor. Estoy segura que todos tendremos algunas memorias tristes que llevaremos al cielo, pero todo se verá diferente a la luz de la eternidad. Todos esos capítulos oscuros esconden colores que finalmente saldrán a luz y en cada página de nuestro libro de memorias estará escrita la misma verdad:

«He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén» Mt. 28:20

  

 

 

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