"¿Y si contamos hasta diez?" Por Carla Villarán
Una
anécdota que recuerdo siempre de mi hijo mayor junto a mi esposo es que cuando
la energía eléctrica se iba por alguna tormenta, fallas de la red o cualquier
circunstancia ajena a nuestro control, se repetía el siguiente dialogo:
-
¡Papá! ¡Se fue la luz!
-
Vamos a hacer un truco…
contaremos hasta 10 y antes de que lleguemos al 10 verás cómo vendrá…
Las
risitas de incredulidad sonaban escandalosas sin reparo alguno a lo que
continuaba mi esposo sin perder la seguridad de su atrevido pronunciado:
-
¡Ah, no me crees! Empecemos a
contar y verás que no te estoy engañando… (más risitas, pero ya con cierta
duda) Uno… dos… tres… tres y un cuarto… tres y medio.. tres y dos tercios…
cuatro… cuatro y medio… cinco... cinco y 7 octavos… seis… seis y un quinto…
seis y dos quintos…
-
¡Apúrate! ¡Que si no, no va a
venir!...
-
¡Ah, ya me creíste verdad! No
me interrumpas que ya me perdí y vamos a volver a empezar…
Carcajadas
estallaban en la oscuridad de la sala y comenzaban a contar ambos de nuevo. Y
para mi sorpresa unida a la de mi hijo mayor (que para entonces era el único
con nosotros) la energía eléctrica regresaba y mi esposo se sentía el mejor
mago de la historia o tal vez un superhéroe de antaño, al ver el asombro en los
ojos de nuestro niño sabiendo que “papá” era capaz de “espantar” cualquier penumbra
con tan solo contar hasta diez.
Para
mi esposo y para mí esa anécdota solamente era una más entre tantas y se sumaba
a los recuerdos hermosos que las madres y padres atesoramos en el corazón porque
simbolizan momentos compartidos con nuestros hijos.
Sin
embargo, hace dos años aproximadamente en un día del padre, fue rememorada por
nuestro, ahora sí hijo mayor de 23 años, quien ya vive fuera de casa, es
totalmente independiente y lo felicitó con un sencillo pero valioso e
inigualable mensaje que parafraseo a continuación:
“¡Feliz
día del padre! Gracias, papá, por contar hasta diez cada vez que se iba la luz
y hacer que regresara. Ahora yo recuerdo tus palabras y hacen que la oscuridad
se vaya”.
Mi
hijo mayor fue diagnosticado con depresión y ansiedad hace cinco años
aproximadamente, actualmente está remitido de sus síntomas para la gloria de
Dios, pero esa razón, su padecimiento, su desafío de salud mental fue el
instrumento que Dios utilizó para que yo en este momento me encuentre escribiendo
estas líneas que solo intentan torpemente dar las gracias a cada papito que se
ha quedado valientemente cumpliendo su rol encomendado por Dios en cada familia,
que ha dicho sí acepto con gallardía al privilegio inmerecido de criar, educar,
guiar a pesar de sus propias imperfecciones pero dando lo mejor de sí en cada
momento.
Muchas
gracias a todos esos papás que me leen y han desempeñado responsablemente el
que dicen es el único título donde primero te lo otorgan y hasta después se
cursan las materias para ganárselo.
Gracias,
papitos, por dejar huellas bonitas en los corazones de sus hijos, en lugar de
marcas en la piel.
Gracias
por su amor, entrega y dedicación.
Gracias
por sumar y no restar.
Gracias
por ser parte de la solución y no el problema.
Gracias
por acompañar.
Gracias
por ser y estar presentes.
Gracias
porque la oscuridad se vuelve menos densa cuando escuchas una voz contando
contigo.
Gracias
en nombre de sus esposas y gracias en nombre de cada uno de sus hijos, por ser
una extensión del amor de Dios acá en la tierra.
¡Feliz
día del padre!
Autora
Carla Jeannette Villarán
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